A las canas no teñidas, a las arrugas creadas, por tragedias y alegrías.

A unas manos de piel fina y manchada, escribiendo, como siempre lo han hecho.
A las lágrimas de emoción, al ver los triunfos de mi hija.
A ese cosquilleo en las tripas, la primera vez que mi nieto me sonría.
A ese brillo en la mirada, cuando pienso en los besos que nos damos, este par de viejos.
A tantos momentos que viviré, a tantas emociones que aún me quedan por conocer.
Hoy quiero escribirle a esa anciana, que un día seré, sin saber, si realmente, lo llegaré a ser...